....cuando me enteré de que el Tratado de Libre Comercio iba a permitir que los Estados Unidos nos enviaran cuartos traseros a precio de quema, me puse feliz porque imaginé que se trataba de una solución de vivienda: los colombianos levantábamos una casita con un solo dormitorio adelante, y Washington nos regalaba las habitaciones de atrás. Uno, dos o tres cuartos traseros, los que necesitáramos, dependiendo del tamaño de la familia.
Luego me explicaron que el rubro no se refería a dormitorios, alcobas o habitaciones, sino a una parte del pollo. Parece que a los gringos les gusta comerse el sector delantero del animal, y desechan el de atrás.
Para que entiendan, piensen en un pollo crudo, muerto y desplumado. Tracen ahora una raya que llamaremos AB desde la cola hasta el lugar donde estaba el pescuezo mientras el pollo vivía, y otra que va del ala derecha hasta la izquierda, que vamos a denominar CD.
Muy bien: el eje AB intersectará la línea CD a la altura del chaleco imaginario del pollo, siempre y cuando pensemos en un chaleco grande, como el que luce en su frac el presidente Uribe.
El hemisferio que queda del chaleco hacia arriba se llama cuartos delanteros, y el hemisferio inferior recibe el nombre técnico de cuartos traseros. ¿Por qué cuartos? Porque el plano intersectado por las líneas AB y CD dibuja cuatro territorios. La pechuga y las alas ocupan los dos superiores, y en los inferiores brotan los muslos o piernas y la rabadilla o culuepollo.
A los gringos les encantan la pechuga y las alas –que preparan como “fried wings”, o algo parecido– y por eso están decididos a inundar el mundo de esas patas y rabadillas que detestan.Como a mí me encantan los tales cuartos traseros, estaba dichosa con el TLC. Pero un productor avícola me explicó que la importación masiva de medios pollos iba a acabar nuestra industria de corral, porque reducía el mercado “made in Colombia” a la mitad!!!: aquella correspondiente a los cuartos delanteros, la que los gringos consumen y no exportan. En cambio, la de abajo que se cría en Colombia habrá que tirarla porque sale más cara que el trozo importado. Escandalizada por semejante barbaridad, que dejará sin empleo a miles de trabajadores (o, por lo menos, a los cuartos traseros de miles de trabajadores), me quejé ante los negociadores del TLC. Pero ellos me replicaron que, en vez de quejarse, los productores de pollos deberían poner en marcha su imaginación.
No sé que tendrá en mente el gobierno para ayudar a estos desventurados compatriotas (y me aseguran que peor les va a los agricultores y a los enfermos, que pagarán remedios carísimos), pero a mí, puesta en marcha la imaginación, se me ocurren varias ideas:
Realizar experimentos genéticos que permitan criar pollos con alas en las nalgas, a fin de abastecer el mercado norteamericano de “fried wings” con esta inesperada ganga en los cuartos traseros.
A imitación de muchas señoras colombianas, adelantar una gran campaña de implantes de busto en los pollos. Esto permitirá competir ventajosamente con la pechuga de las aves gringas, que apenas usan sostén copa B.
Criar medios pollos. En vez de gastar un dineral de comida en pollos cuya mitad está comercialmente perdida de antemano, dedicarse solo a producir cuartos delanteros. Para obtener medios pollos, bastará con educar a las gallinas para que pongan solo medios huevos.
Hacer con países más pobres que el nuestro lo mismo que hacen con nosotros los Estados Unidos. Por ejemplo, quedarnos con los muslos que nos llegarán del norte, y reexportar rabadillas a Haití o Bolivia.
Lo más probable será, sin embargo, que nos resignemos a comer los medios pollos que los gringos no quisieron terminar. Pero que nadie se extrañe si de vez en cuando encuentra un sospechoso mordisco en un muslo o un pedazo de diente extraviado en la rabadilla. Ya se sabe lo que ocurre con los sobrados.